Split

Déjese hechizar por el canto de sirena de Split, una ciudad con casas de tejados de terracota, resguardada por montañas y colinas salpicadas de pinos a orillas del resplandeciente mar Adriático. Deambule entre los antiquísimos muros del palacio de Diocleciano, situado junto al mar, con su catedral y su patio rodeado de columnas. En los alrededores, las sinuosas calles y soleadas plazas están repletas de cafeterías y tiendas, y la vida sigue su curso entre los evocadores callejones del palacio. Siéntese a observar a los viandantes en alguna de las cafeterías del cercano paseo marítimo de Riva, con un estilo similar al de Saint-Tropez. Suba hasta el parque en lo alto de la colina para contemplar la puesta de sol y descubra iglesias ocultas por el camino. También puede visitar la playa de Bacvice para relajarse en la arena o bañarse mientras los lugareños practican el picigin (un curioso juego de pelota). Pero lo más importante es perfeccionar el arte dálmata del fjaka, el placer de no hacer nada.